¿Relaciones Circunstanciales? O ¿Las Circunstancias De Las Relaciones?

-Hola.
-Emm...hola.
-Isaac Del Ángel, para servirte.
-¿Isaac? Tengo un tío que se llama como tú.
-¡Ah! ¡Que casualidad! No conosco a nadie con mi nombre y aún no sé el tuyo.
-Ups, cierto, sí... Bueno, me llamo Eva.
-Mucho gusto Eva, dime, ¿por qué me estabas ignorando?
-¿Ignorarte? ¿Yo? Para nada, tú eras el que se hacía el loco.
-Me hacía el loco porque tú lo hiciste primero.- dijo mientras sonreía.
-Ahhh, bueno... perdón, es instinto supongo.
-Supongo que sí. La verdad es que no sé, no tengo experiencia en ese sentido, no me había pasado algo así antes.
-A mi sí.- dije, mientras una voz en mi cabeza decía "duh, se supone tiene que ser especial"-. Bueno, si antes, pero no así como ahora, fue algo muy distinto.- dije, como queriendo eliminar las palabras que habían salido primeramente de mi boca.
-Jajajaja, bueno te creere. Y ¿qué andas haciendo por aca? ¿Veniste a la escuela?
-Si de hecho, vine a ver una calificación y para matar tiempo me comí un helado, ya iba camino a casa.
-Ah, que bien. ¿Por dónde vives?, si no es indiscreción.
-Vivo en Tláhuac, bien lejos. ¿Y tú?
-¿En serio? ¿Vives en Tláhuac? Que casualidad, yo también. Yo vivo en la Nopalera.
-¿Nopalera? No conosco, yo vivo en Tlaltenco.
-Ah bueno, somos medio vecinos, estamos a una media hora de distancia.
-¡Ah! Pues esta bien entonces, si somos algo así como vecinos. ¿A qué te dedicas?
-Soy músico, toco la guitarra.
-Sí, veo que sí. ¿Qué música tocas?
-Pues las que me pida la gente, jaja. Toco un repertorio de género romanticón. Trova, tríos, balada y música de esa. Tal vez no las conoscas, no veo que sea muy de tu estilo.- Y en realidad no lo era... yo andaba todavía en esa etapa en donde se empiezan a definir los gustos. Escuchaba del rock y punk que escuchaban los chicos de mi escuela, la influencia de mi hermana y de mi papá.
-Mmm... pues casi no conosco, mi papá tiene uno que otro disco de esa música, de repente los pone pero no es muy lo mío.
-Sí, bueno... ¿Tú tocas? Te vi muy interesada en mi guitarra mientras nos hacíamos los locos.- dijo de nuevo, con otra sonrisa.
-¿Tocar? Bueno pues si, algo. He tomado clases pero no soy Hendrix ni algo que se le acerque siquiera. No me sé ni una canción completa y en realidad sin mi libro no sé nada.
-Mmm, que mal. Yo quería que me mostraras tus notas. Ya sabes, nada más por tener algo de que hablar.
-Bueno, pues yo no sé, pero tú puedes enseñarme tus canciones. Digo, si quieres.
No lo pensó mucho, tomó su plumilla, se ajustó el talí y comenzo a tocar. Esta sí la conocía, una de las canciones que en ese entonces "toleraba" aunque no la escuchara a menudo y que tiempo después se volvería una de mis favoritas: "Sin tu latido", de Luis Eduardo Aute. Me sentí maravillada, no solo por su interpretación, sino porque por fin había conocido a un músico y estaba ahí, tocando para mí. Ya podía tachar eso de mi lista y podría tachar muchas cosas más, depende de como se fueran dando las cosas.
-¡Goau! Esa canción si la conosco, me gusta mucho. La tocas lindo y tienes buena voz.
-Jaja, gracias. Todavía me falta mucho, pero creo que no voy tan mal. Tú me debes una canción, ¿eh? no creas que te me vas a escapar de hacer el ridículo como yo lo acabo de hacer.- Me reí y me sonroje. No sabía qué vendría despues.
-¿Y tú qué andabas haciendo por aquí?
-Pues estaba esperando a un amigo. Tocamos juntos y siempre nos vemos aquí, pero creo que me dejó plantado. No me extraña nada.
-Uy, que mal. - dije, aunque en realidad me daba un gustazo que lo hubieran dejado esperando para yo encontrarlo. Solo rogaba al cielo que su amigo no apareciera y me dejara por él.
-Bueno Isaac, y ¿cuántos años tienes?
-Yo tengo 24, ¿tú?
-Pues yo tengo 16.
-¡Ah! Te ves un poco más grande.
Típico, "te ves más grande". Nunca he sabido si eso es un cumplido o una forma de decir "¿En serio? Yo te hacía más vieja". Tampoco sabía si lo hacía para sentirnos menos incomodos por la diferencia de edades o para justificarse con bandera blanca que no estaba infringiendo la ley.
-Pues tú sí te ves de 24.
-Jaja, bueno, supongo que esta bien eso. Oye, tengo una pregunta, ¿te puedo dar un beso?
En realidad no pensé demasiado la respuesta. Desde que lo ví cruzarse en mi camino tenía ganas mínimo de decirle un "hola" y ahora él me pedía un beso. No quería verme tan fácil, pero ambos sabíamos que si nos habíamos estado coqueteando era precisamente para llegar a ese momento culminante del beso y demás cosas.
Antes de que pudiera darle una respuesta, él ya se había acercado a mí y me besó. Fue un beso que la verdad no me gusto. Desesperado, húmedo, de esos que yo critico tanto. Nunca me han dicho a mí si soy buena para los besos o no, pero siempre sigo el ritmo que el chico que tenga mi boca en ese momento me ponga. A él no lo pude seguir. Sentía que me hundía en su paladar, que no iba a salir viva y era obvio que él no había besado a nadie en mucho tiempo. Se reflejaba todo en su desesperación, en sus ganas. Después de una sesión de unos 3 minutos salí con vida.
-Eso estuvo bien. - fingí.
-Jaja, no sabes mentir Eva. Pero en fin, te creere nada más para no sentirme ridículo.
Con esa respuesta me dió pauta a preguntar...
-Supongo que no tienes novia, ¿verdad?
-No. Soy soltero. ¿Y tú?
-Pues no, nada. Hace una semana terminé una relación con alguien. Bueno, ni era relación. Solo una salida y ya con eso formalizamos. La verdad ni nos veíamos.
-Ah bueno. Que bueno que te sinceras. Yo no tengo novia, soy casado.
¡PUM! Fue como si alguien me echara un balde de agua fría. Toda la utopía se había desvanecido a causa de la palabra "casado". C-A-S-A-D-O. Era algo que yo no me permitía. Podía tener una relación con alguien en casi cualquier ciscunstancia. La verdad es que no soy tan superficial, pero tengo 3 reglas básicas e inquebrantables para tener una relación: NO menores que yo, NO personas que me lleven más de 10 años, NO casados. Siempre he dicho que no me gusta ser plato de segunda mesa, ni aperitivo ni postre. Además no soy ese tipo de mujer, las famosas "rompehogares".
-¿Casado? ¿En serio estás casado?
-Sí. Bueno no... bueno sí. La verdad no se, la historia es algo larga y no se si haya terminado o no. Tengo un mes de haberme separado de mi esposa, pero no sé si es definitivo.
-Pero ¿ya no vives con ella? ¿ya no la ves?
-No, nada. Recogió sus cosas y no he vuelto a verla ni a hablarle.
-Y ¿tú que crees? ¿que regresen?
-No sé, todo puede pasar. Vivimos 3 años juntos, es difícil el "No" definitivo.
Sí, en cierta parte lo entendía y en cierta parte no me importaba su esposa, que en realidad ya era su ex. Lo poco que había pasado ya me emocionaba y al saber que se habían separado un mes antes me reconfortaba con esos aires de no estar haciendo nada malo.
-Bueno, no sé que decirte en realidad.
-Yo sí. Ven, te invito algo de tomar.
-¿Y tu amigo? ¿No se enoja que te robe?
-Jaja, no, ¿cómo crees? Ni que fuera mi novio.
Novio. Él no lo sabía, pero ya se había condenado en que en conversaciones futuras no le diría "tu amigo" sino "tu novio" al susodicho que lo dejó plantado, como una broma inocente pero pesada.
Caminamos hasta un puesto callejero de periódicos muy comúnes, donde te venden chucherías, vícios y bebidas. Él pidió un agua y yo también, aunque en realidad no soy muy de agua, pero había que quedar bien y una imagen mía tomando Coca-Cola no me beneficiaría mucho. Seguimos caminando más y más. Música, familia, estudios, trabajo, amigos y animales fueron nuestros temas de conversación, hasta que paramos en seco.
-Que pena me da, pero creo vamos a tener que regresar a la plaza. Necesito ir al sanitario.
-No tenemos por qué regresar, aquí hay un Kentucky. Ven vamos, yo también quiero ir.
Lo tomé de la mano y cruzamos con agilidad el tránsito. Entramos y como en cualquiera de esos restaurantes de comida rápida, fingimos que nos interesaba el menú mientras nos turnabamos para entrar al baño. Cuando los dos hicimos lo nuestro, salimos corriendo del lugar, no sin antes recibir miradas furitivas y con el mensaje de "vetado" de los empleados. Nos perdimos entre la multitud que iba y venía en la calle.
-Nunca había hecho eso, siempre me dió algo de pena.
-¿Cómo crees? Yo lo hago todo el tiempo. Tienes muchas cosas que aprender peque.- Y fue ahí donde tomé la mano de mi peque, ese peque que de peque no tenía nada. 1.83 metros de altura lo comprobaban. Cruzó sus dedos con los míos y seguimos caminando.
-Ven, ahora me toca a mí llevarte a un lado.
Caminamos a paso acelerado y llegamos a unos edificios, una vecindad de esas elegantes donde nunca falta el jardinsote con árboles decorativos. Fuimos al jardín, él se despojó de su guitarra y se acostó en el cesped. Yo me deshice de mis pertenencias igual y me senté al lado suyo.
-No. Ven haste para acá. Estás muy lejos.- y con un rápido y ágil movimiento de sus manos y brazos me puso encima de él, como si ya tuvieramos mucha confianza para hacer ese tipo de cosas. Yo me moría de pena, no soy una chica peso pluma, tengo mis kilitos de más y él sin embargo, era delgado. No quería que resintiera mi peso sobre él y se diera cuenta de mi inseguridad, mucho menos de miis kilos. En esta época tan superficial hay que cuidar hasta el mas mínimo detalle. Lo logré.
Seguimos platicando, él contándome más sobre su relación con su ex, sobre su soledad ya que su familía vivia en Óregon, en los Estados Unidos, un poco de sus amigos, de sus hobies, de sus deseos, sus metas, sus proyectos. Yo compartía lo mismo que él me contaba, pero claro mi vida no era ni tan dramática ni tan espectacular como la suya. Mi vida era hasta cierto punto normal, solo los típicos problemas en casa y nada más.
Entre palabra y palabra nos mirábamos con ternura, tomábamos nuestras manos, sonreíamos y a menudo hacíamos el juego de "¿qué me ves?" y el "no, nada" acompañado de un suspiro. De repente volvimos a besarnos, esta vez más tranquilos, sin tanta tensión y fué ahí cuando me dí cuenta que en realidad no besaba mal. Mis manos pasaban por sus cabellos y mis antebrazos en el cesped para no perder el equilibrio. Él recorrió mi cuerpo con sus manos. Mi cabeza, mi cuello, mi espalda y un poco más que me hizo sentir bastante incomoda. Él lo noto.
-¿Qué pasa?
-Nada, me siento rara. Nunca me habian... bueno, tú sabes. No de esa manera.
-¡Ah! Perdón. En serio, disculpame. No sé que decir, que pena.
-No, no te apures. Solo fue... raro.
-Sí, raro. Me imagino. No vuelve a pasar, te lo juro.
Mi respuesta fué una sonrisa y un beso tierno. Después de ahí me acosté a su lado. Lo abrazé y él me correspondio. De nuevo besos, suspiros, palabras. Me hundí en sus pupilas, sentía algo maravilloso dentro de mí, hasta que alguien rompió el encanto.
-¡Váyanse a un hotel!- No, no era mi conciencia, era una señora asomada desde la ventana de un edificio que seguramente había visto todo nuestro show en silencio, esperando el momento preciso para corrernos a falta de algo mejor que hacer.
Él y yo nos reímos, tomamos nuestras cosas y nos marchamos tomados de la mano. Miré el reloj y ya era bastante tarde, así que le pedí me acompañara a tomar el camión. Él iría a trabajar, así que no pudo acompañarme en el recorrido del mismo camión que nos dejaba a ambos en nuestras respectivas casas. Caminamos y platicamos más, hasta que llegamos a la parada más próxima del camión.
-Me la pasé muy bien. En serio, gracias.
-No me des las gracias, para mí un placer. Tenía mucho ya que no disfrutaba estar así con alguien.
-¿Sabes? Deberíamos repetirlo, claro solo si tú quieres y puedes.
-Mmm, no se la verdad. Con lo que te conte de mi ex... No quiero que pienses que juego contigo, la pasé muy bien pero no sé en realidad que vaya a pasar.
Su respuesta me puso triste, pero no podía hacer nada para que cambiara de opinión. Pensé tal vez, que esta había sido una de esas "experiencias religiosas" de lo que muchos alardean. Me llevaría un buen recuerdo sin duda, solo un recuerdo.
-Bueno, esta bien, te entiendo. En fin, me voy ya, me van a matar en casa. Cuídate y pues gracias, supongo.
-No, espera. Tengo una idea. Dame tu número, te doy el mío y nos estamos llamando. Además mañana estoy libre en la mañana, si tu quieres salir y no tienes nada que hacer.
-Me gusta tu idea. Dale con el número.
Y así, intercambiamos números. Anoté el suyo con la inseguridad de que me diera uno falso y yo dí el mío verdadero. Me pidió que escribiera su nombre como Dios manda, Isaac, con doble A y con una C. Le molestaba que la gente lo escribiera diferente y eso a mí me daba gracia. Quedamos acorde para vernos al día siguiente, en el mismo lugar, un poco más temprano.
-Bien, entonces mañana nos vemos.
-Sí, espero que sí. ¿Seguro que no te vas tú también?
-No, tengo que trabajar. Ya sabes, para mañana invitarte el desayuno o algo. Todavía es temprano, además en la noche siempre me va mejor.
-¿Sabes que podrías hacer? Subirte a los camiones y tocar. Yo veo que se suben y les va bien. Más a tí, tienes talento y la imagen para que te vaya bien.
-Jajajaja. Solo una vez lo he hecho, me moría de pena. Además iba acompañado.
-Pues deberías, yo te acompaño. Claro, no voy a hacer nada porque no sé tocar ni cantar, pero te puedo echar porras.
-Tengo una mejor idea. Yo me subo a tocar, tú cantas y listo. La canción de hace rato, para que veas que no te la pongo dificil.
-¿Yo? ¿Cantar? Estás loco.
-Pero si tú lo propusiste. Ándale. Es más, dejame sacar la guitarra.
-¡No! ¡Ni te atrevas! Estaba jugando. Si supiera con gusto lo hago, pero no. No hago gratis el ridículo.
-¿Quién dijo que va a ser gratis? Te doy la mitad de lo que me den. Así te vas gratis a tu casa.
-Jajaja. Bromeaba Isaac, en serio. Que pena, ¿cómo crees? Otro día con más calma, ¿vale?
-Bueno. Pero otro día ¿eh? Ya te dije que no te vas a salvar de cantar o tocar una canción.
Y pactamos el trato con un beso, lindo, tierno. Un beso de despedida. Me trepé al camión que iba llenísimo. Otro de mis caprichos es procurar tomar el camión desde la base para irme comodamente o en su caso, tomar el más vacío, pero éste lo había parado Isaac y yo no podía negarme ante tal gesto. Estaba cansada y pedía a gritos un asiento vacío, que por cierto no habia. No me importaba en realidad, hoy podía desistir de ese deseo con la sola compensación de haberlo conocido y de haberme pasado un rato increible con él. Me subí y mientras se alejaba el transporte, me despedí con la mano, como en esas escenas de película cuando empieza a salir el tren de la estación. El me devolvió la despedida y me mandó un beso al aire. Cuando lo perdí de vista, pague mi pasaje, indiqué mi destino y me recorrí al fondo del camión, como es costumbre y regla.
No podía creer lo que acababa de pasar, no sabía si era realidad todo este encanto y no sabía con certeza si en realidad lo volvería a ver. Se desocupó un asiento y me sedieron el paso para que lo ocupara. Me senté afortunadamente en la ventana, contemplando el tránsito, los paisajes, la gente. Un dolor en mis labios me recordó lo que había acabado de vivir. Miré mi espejo y los tenia rojízimos, como si los hubiese pintado de carmín. Era la prueba de que nada de esto había sido utópico, eran sus besos tatuados en mis labios y la esperanza de ver de nuevo su sonrisa al día siguiente. Rompí mi rutina de ponerme los audífonos y poner la música a todo volumen para remplazarla por los recuerdos de hoy, por cada detalle que viví y compartí con él.
"¡Que estupidés!" Me atreví a pensar. Acababa de conocerlo y ya lo extrañaba. Esperaría con ansias el día de mañana. No quería pensar que ya era amor porque eso haría mi idea de extrañarlo aún más estúpida. Lo sabía, pero no quería admitir que ya lo amaba. Bastaron solo unas cuantas horas para enamorarme de él y unos segundos para que él habitara en mi cabeza. Pensé en inventarme una buena excusa para justificar mi retraso. No podía llegar y decir que había pasado la tarde con un extraño. Ya pensaría algo, la lluvia, el tránsito lento, un accidente, una salida con amigos, cualquier cosa. Por el momento solo me importaba una cosa. "Doble A y una C" murmuré, mientras me quedaba dormida en el vaiven del camión.

0 Response to "¿Relaciones Circunstanciales? O ¿Las Circunstancias De Las Relaciones?"

Publicar un comentario